Trabajar como robots, mostrar lo menos posible las emociones en el ambiente laboral, incluso fingir ante el jefe en caso de ser necesario… En entornos de alto desempeño, esas características se convierten en caducas porque lo de hoy es volver a esas emociones competitivas.

¿Por qué? Marcelo Manucci, Docente de la Maestría de Gestión en Talento Humano, nos orienta en la respuesta de acuerdo a los resultados de su investigación de los últimos años.

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El trayecto emocional

Lo primero es comprender qué son las emociones: Las emociones definen la capacidad de respuesta de las personas. Los humanos, como los mamíferos, marcamos nuestro territorio. Lo hacemos químicamente a través de las emociones. Esto ocurre por las sustancias que el cuerpo segrega con el fin de prepararse para una acción en específico. El siguiente proceso, y lo que nos diferencia con el resto de mamíferos, es que hacemos esta marcación y, luego, la explicamos verbalmente.

 

Un ejemplo de esto es cuando sentimos miedo, nuestra marcación es adrenalina + cortisol, que en otras palabras significa estrés. Y el estrés es esa respuesta que nos prepara para la acción. A partir de esa sensación corporal lo que sucede es que intentamos darle una explicación, por ejemplo, echando la culpa al jefe de nuestro mal momento.

 

El diagnóstico…

Somos rentables, pero al costo de un clima emocional pésimo en la organización que, como consecuencia, trae un nivel de rotación altísimo y un nivel de competencia interna feroz. Esa es la funcionalidad del síntoma y su paradoja. Ya que, en la medida que no tengamos un rumbo concreto, nos seguiremos aferrando al síntoma, es decir eligiendo lo que nos hace sufrir. Es por ello que, las organizaciones se enferman.

 

¿Hay cura?

  1. Lo primero es entender que es imposible que las personas no se emocionen porque son reacciones automáticas que no se controlan, no son ni positivas, ni negativas, sino simplemente respuestas corporales que preparan para algo, ya sea para la lucha o para la huida.
  2. Lo segundo es comprender dentro de las narraciones, que son la forma cómo explicamos lo que sentimos. No es que la gente odia al jefe, sino que el sistema está enfermo y necesita una figura en la que materializar esa percepción. En este sentido, el desafío es desarmar esa trama emocional, que no solo ayude a los colaboradores a sentirse mejor, sino también a producir mejor.
  3. Otro desafío es, recuperar el cuerpo, lo cual no significa dar palmaditas de felicitación a la gente u organizar encuentros de integración. Esto tiene que ver con reconocer, como líderes de una organización, cuáles son los procesos cerebrales que suceden para que una persona me siga o no, participe o no, confíe, haga la tarea, conteste mi mail, etc.
  4. Finalmente, de lo se trata es de resolver los problemas que suceden por una falta de comunicación. Hay que entrar en esas “burbujas” de percepciones que se crean en las organizaciones y aclarar, disipar dudas, de lo contrario siempre habrá problemas comunicacionales basados en prejuicios.

Conoce más sobre este y otros temas relacionados a la vanguardia en talento humano en las organizaciones en nuestra Maestría de Gestión de Talento Humano. 

 

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