Quiero empezar con una pregunta simple, pero elemental ¿qué es innovar?

 

Innovar va más allá de las buenas ideas e implica preguntar, observar, investigar, cooperar, explorar, conectar, transformar… Habitualmente, se piensa que la innovación consiste en pensar propuestas irreverentes, extrañas y disruptivas, cuando este ejercicio conlleva métodos, estructuras, estrategias e indicadores claros de gestión. Xavier Sala i Martín, creador del índice de competitividad del World Economic Forum, fue enfático al señalar que “innovar es cuestión de actitud y no Silicon Valley”. Precisamente, innovar representa la disposición de las organizaciones para identificar las necesidades de los clientes y generar cambios; es planificar, ampliar redes de contacto, reinventar viejos esquemas, detectar oportunidades y anticiparse a la competencia.

 

En el ámbito corporativo, la innovación se asocia con grandes inversiones en laboratorios y tecnología, aunque no se remite exclusivamente a ello. Empresas e industrias, a pesar de su gran infraestructura, han cerrado sus puertas porque no tuvieron la determinación de cambiar, de escuchar las demandas de la sociedad y actualizar sus propuestas.

 

Hoy, se habla de la innovación como un nuevo requisito de sostenibilidad y competitividad, cuando siempre lo ha sido: quienes no se transforman, son superados y tienden a desaparecer. De ahí que diferentes instancias que incluyen gobiernos, organismos internacionales y obviamente la academia, enfaticen en la innovación no a manera de un agregado, sino como un eje transversal de crecimiento, desarrollo y transformación.

 

Al respecto, varios países de la región y el mundo han adelantado varias iniciativas enfocadas en medir y diagnosticar la capacidad de innovación en micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, entendiendo a este concepto como un proceso que abarca desde la conceptualización de una idea, hasta la validación, prototipación e implementación de dicha propuesta en el mercado. Los resultados de los estudios reflejan no solo la realidad de una organización en sí, sino que configuran indicadores base para liderar políticas (públicas e empresariales) orientadas a impulsar verdaderos ecosistemas de innovación.

 

El Ranking C3 de Creatividad e Innovación que presentaremos en los próximos días (30 de julio) junto a Estay Consulting, apunta justamente a diagnosticar, por primera vez, qué tan innovadoras son las empresas de nuestro país. Y no solo ello: los resultados, sin duda, permitirán complementariamente a las organizaciones alcanzar niveles superiores de gestión. La innovación es un proceso y así tiene que ser visto. Desde nuestra Escuela de Negocios, así lo hemos entendido y trabajamos por propiciar una cultura de innovación centrada en metodologías, estrategias, buenas prácticas y decisiones de impacto.

 

Tengo la certeza de que las organizaciones que decidan ser parte de este ranking, contarán con las herramientas para implementar una verdadera cultura de innovación centrada en procesos y no en “buenas ideas”, rescatando el valor la curiosidad sobre la cautela, la revisión de tendencias sobre las recetas predeterminadas, y la imaginación sobre la tecnología.

¡Es momento de indagar nuevos horizontes, de ir más allá de las fronteras y cambiar!

Tamara Erazo

Directora de la Maestría en Emprendimiento e Innovación