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Adaptación ha sido la palabra clave durante esta crisis sanitaria que aqueja al mundo. Todo tipo de empresas han debido adaptarse y, sin duda en este escenario, la industria alimentaria ha sido una de las que más rápido ha debido reaccionar, con el fin de no parar su producción.

 

Sin embargo, el objetivo, desde siempre, no solo está en producir, sino en hacerlo con niveles de inocuidad que garanticen la calidad para el consumidor. “A las organizaciones que se basan solo en HACCP, BPR o BPM les ha resultado más difícil acondicionarse frente a aquellas que están gestionadas por las normas GFSI como: ISO, BRC o IFS entre, otras”, dice Alberto Ibáñez, Docente de la Maestría en Agroindustria, mención Calidad y Seguridad Alimentaria.

 

Alberto fue expositor en el IV Seminario Internacional de Inocuidad de los Alimentos, organizado por la UDLA y Agrocalidad y en el cual participaron expertos nacionales y extranjeros.

 

“La madurez de una organización, respecto a su gestión, es lo que ha condicionado la forma en la que ha respondido”, destaca el especialista. Y añade que, precisamente por ello, es necesario estar consciente de los riesgos que trae el contexto COVID y de cómo enfrentarlos.

 

En este sentido menciona que, de manera general, las empresas agroalimentarias han decidido abordar el tema desde la seguridad y salud de los trabajadores, sin embargo es necesario verlo desde una gestión más integral. “Cuando existen cambios en el contexto, como en el caso actual, eso implica que sucederán modificaciones en relación a materias primas, proveedores, etc., y eso puede ocasionar que nuevos riesgos aparezcan”.

 

Riesgo: efecto de la incertidumbre sobre el logro de los objetivos.

 

Por eso, continúa, es necesario no solo comprender y adaptarse desde la seguridad y salud, que si bien es trascendental para cuidar a las personas, no es lo único que se debe hacer para proteger la inocuidad del alimento. Es primordial también revisar cuáles son esos nuevos peligros biológicos, físicos y químicos que pueden impactar en el escenario de la pandemia.

 

Parte de ver este nuevo contexto, de una manera integral como organización, también implica hacer un análisis permanente de otros puntos como la evaluación del riesgo que traen, por ejemplo, los cambios en los horarios y modalidades de trabajo del personal. “Si hay ausentismo laboral se puede perder el control de los prerrequisitos (HACCP) y si eso sucede se corre el riesgo de que el alimento salga contaminado”.

 

Por eso, Alberto llama a hacer una evaluación completa basada en las normas de inocuidad alimentaria que tome en cuenta todos los aspectos del negocio, desde ingreso de nuevos proveedores, cambios en la producción, auditorías internas, proceso de limpieza, entre otros.

 

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