iStock-1194677324

 

Autor: Alejandro Arias Acosta, Docente de la Maestría en Gestión de Proyectos.

 

Hoy por hoy, tener un negocio o formar parte de una organización se siente más como una carrera de 100 metros planos, sin punto de llegada, en lugar de enfocar nuestra meta en proveer productos y servicios a nuestros consumidores. Y esta carrera no es nueva. En la década de los 80, Nestlé lanzaba su innovador producto Nespresso. Este producto buscaba ofrecer al consumidor la oportunidad de tener su café favorito (comparable al de su cafetería preferida) en la comodidad de su hogar u oficina. Parecería una idea estupenda, pero fracasó. El mercado lo rechazó. Años más tarde, en los 2000, una Nestlé más sabia, vuelve sobre sus pasos y ejecuta un relanzamiento, con varios matices adicionales y un mercado preparado para el producto. Desencadenando el evidente éxito que todos conocemos.

 

Este podrá parecer un excelente caso de estudio de marketing, pero hoy lo quiero utilizar para diferenciar la innovación de la agilidad. Es común que las organizaciones, a las que asesoro, busquen convertirse en las más ágiles e innovadoras de su industria. ¿Quién podría culparlas? El mercado es voraz y las oportunidades escasas. Sin embargo, terminan por descubrir que es un proceso agotador y muchas veces sin beneficios a corto plazo.

 

¿La principal causa? Desde mi perspectiva: buscan obtener ambas a la vez. Se puede lanzar productos o servicios más rápido siendo ágiles, pero son soluciones que encontramos en todos lados. Por otro lado, se puede pensar en soluciones inigualables en el mercado, pero la rapidez para ejecutarlas se compara a la de nuestra institución pública favorita.

 

Es importante comprender la diferencia. Veo a la innovación como la principal herramienta para crear el futuro y no tener que adaptarnos a él. Una constante búsqueda para entregar valor a los consumidores, a través de la transformación significativa de ideas, conocimiento, servicios, incluso formas de comportamiento. Ser diferentes a nivel de solución y organización.

 

En la otra cara de la moneda, veo a la agilidad como la balsa que nos transporta, una remada a la vez, hacia ese futuro. La agilidad, más allá que hacerse “tangible” con marcos de trabajo, es una mentalidad. Mentalidad que acepta la incertidumbre, el riesgo y los errores como compañeros de viaje. Una mentalidad que propone trabajar en periodos de tiempo cortos, para poder acelerar nuestro “Time to Market” y ser flexibles al cambio.

En palabras simples, y parafraseando a Séneca, la agilidad será la balsa que nos permita llegar a nuestros objetivos, impulsada por el viento de la innovación.

Ahora, y para evitar que Séneca se revuelque en su tumba, es necesario determinar el norte al que queremos llegar. Con esto, quiero proponer a la estrategia como habilitador de la innovación y la agilidad. Con la estrategia, la organización puede buscar marcar el camino por el cual correrá esta carrera, escoger el innovador viento que la impulsará y cuál será el ágil bote que la llevará hacia ese puerto.

 

En palabras simples, recomiendo establecer una estrategia que priorice la innovación como ventaja competitiva, trabajar en perder el miedo a innovar como cultura organizacional y crear un ecosistema donde la mentalidad ágil pueda ser algo de todos los días. ¿Los principales indicadores? Soluciones resolviendo problemas y equipos de trabajo utilizando la agilidad en su vida diaria. Y no olvidar que, cuando todo es prioridad, nada lo es. Si nos organizamos, innovamos todos. 

 

Alejandro es Project Manager, consultor y expositor internacional, con más de 10 años de experiencia en proyectos de innovación, gestión de calidad, operaciones, procesos y estrategia corporativa, en empresas del sector público y privado. Máster en Dirección de Proyectos. Ingeniero Comercial con mención en Administración de la Productividad. PMP®. Scrum Master. PMO – CP. OKRCP. 

 

Categorías: