Los trastornos cardiovasculares, incluidas afecciones como la enfermedad coronaria (CHD por sus siglas en inglés) y los accidentes cerebrovasculares, siguen representando un importante desafío para la salud a escala mundial y contribuyen aproximadamente al 25 % de todas las muertes notificadas en todo el mundo (Roth et al., 2018). La OPS (2023) menciona que anualmente, mueren más personas por enfermedades cardiovasculares (ECV) que por cualquier otra causa; y que más de las tres cuartas partes de muertes relacionadas con cardiopatías y accidentes cerebrovasculares ocurren en países de ingresos medianos y bajos. 

La obesidad, el tabaquismo, diabetes, antecedentes familiares de enfermedades cardíacas y bajos niveles de actividad física están estrechamente relacionadas con el padecimiento de estos trastornos. Entre ellos también se encuentra la reactividad cardiovascular atípica (CVR, por sus siglas en inglés), caracterizada por cambios extremos en la presión arterial, la frecuencia cardíaca y el cortisol debido a estímulos internos o externos.  

Pese al impacto de los factores físicos y médicos, hay literatura creciente que sugiere que diferentes aspectos psicológicos, como las emociones negativas y los eventos traumáticos, podrían contribuir al desarrollo de CHD y CVR.  

Con este antecedente, los investigadores UDLA: Cesar Parra, docente de la Escuela de Psicología; Carlos Hermosa Bosano, docente investigador;  Allyson Castro; y Alejandra Bourgeat, estudiantes de séptimo semestre de Psicología, elaboraron el estudio denominado “A pilot exploration of the relationships between optimism, affect, and cardiovascular reactivity”, publicado en la revista Frontiers in Psychology, que planteó la hipótesis de que el optimismo y el pesimismo seguirían influyendo en la reactividad cardiovascular incluso cuando el índice de masa corporal, el tabaquismo, los antecedentes familiares de cardiopatía y el estado de ánimo se encuentran controlados. 

Para este estudio se realizó un diseño correlacional entre sujetos, en el que participaron 107 adultos jóvenes. Se administraron cuestionarios sociodemográficos y clínicos para recopilar información sobre las características de los participantes, utilizando la Escala de Optimismo Disposicional (LOT-R) y la Escala de Afecto Positivo y Negativo (PANAS) para evaluar los niveles de optimismo, pesimismo y estado de ánimo de los sujetos estudiados. Durante una tarea estresante (PASAT), se tomaron medidas de reactividad cardiovascular, incluida la presión arterial sistólica (PAS), la presión arterial diastólica (PAD) y la frecuencia cardíaca (FC). 

¿Cuáles fueron los resultados? 

Los resultados sugieren que el optimismo y el pesimismo están relacionados con la reactividad cardiovascular, incluso después de controlar el afecto positivo y negativo. El pesimismo se asoció con una reactividad más baja de la presión arterial sistólica, mientras que, en la presión arterial diastólica, el optimismo presentó una relación positiva y el pesimismo una relación negativa. Estos hallazgos son consistentes con investigaciones anteriores que indican que el optimismo facilita una gestión del estrés más efectiva durante eventos desafiantes, mientras que el pesimismo puede actuar como un factor de riesgo, aumentando la probabilidad de experimentar problemas cardíacos futuros relacionados con presentar una reactividad cardiovascular atenuada. Este estudio aporta nueva evidencia sobre la relación entre variables de la psicología positiva y la salud.

Leer artículo completo: https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2023.1233900/full 

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